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miércoles, 22 de julio de 2015

Leer juntos Hoy: 'Las tres bodas de Manolita', de Almudena Grandes



Grupo de lectura I "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 22 de junio de 2015
Obra comentada: Las tres bodas de Manolita, Tusquets, 2014
Almudena Grandes, ante el monumento a Galdós
del parque de El Retiro, en Madrid
Autora: Almudena Grandes (Madrid, 1960)




Las tres bodas de Manolita es la tercera entrega de "Episodios de una Guerra Interminable", serie de novelas que, tomando como modelo los Episodios Nacionales de Galdós y  El laberinto mágico (las seis novelas  de Max Aub sobre la Guerra Civil española), pretende novelar  sucesos  o momentos significativos de la resistencia antifranquista, desde los años 40  hasta 1964, año de conmemoración de los 25 años de paz, y fecha que marca el inicio de cierta apertura. Las novelas de Almudena Grandes comienzan, pues, en el momento en que terminan las de Max Aub, como ha señalado la autora. En todas ellas, las vidas de los personajes de ficción creados por Grandes se cruzan con las de  figuras reales  en escenarios históricos reproducidos con rigor.
   La primera entrega, Inés y la alegría, novela la fracasada  invasión  del valle de Arán por parte del ejército de la Unión Nacional Española, que tuvo lugar entre el 19 y 27 de octubre de 1944. Le sigue El lector de Julio Verne, sobre la guerrilla de Cencerro en la Sierra Sur de Jaén, de 1947 a 1949. Las tres bodas de Manolita  se ocupa de la vida cotidiana de los republicanos madrileños en la primera década de la posguerra (1940-1950). No se trata, entonces, de narraciones sobre la Guerra Civil  sino sobre la larga y terrible posguerra, periodo en que continúa de distintos modos la   lucha iniciada en 1936.
Madrid 1950, calle Toledo, donde sitúa la autora
el colegio de los hermanos pequeños de Manolita

Unánime fue el interés despertado entre los miembros de nuestra tertulia por esta novela, de la que comentamos  los siguientes aspectos:

HÉROES COTIDIANOS

En Las tres bodas de Manolita no se narran grandes hazañas, los héroes de esta novela son mujeres, sobre todo, -la escritora ha querido homenajear a las mujeres republicanas- y hombres derrotados que, en medio de una durísima represión, lejos de rendirse, luchan por la supervivencia en una ciudad destruida y asolada por el hambre y la miseria; mujeres que visitan a sus presos en las cárceles franquistas y se esfuerzan para estar alegres porque la alegría es la mejor arma contra el enemigo; presos que ocultan a sus familias los padecimientos de la prisión, y personas que arriesgan su vida y su libertad para preservar la de otros. Pero junto a estos héroes anónimos y cotidianos, existen  los traidores y las personas sin escrúpulos que hacen del sufrimiento ajeno un rentable negocio. Es una novela de heroísmo y de solidaridad, pero también de traición y egoísmo; una novela con grandes historias de amor pero también con peligrosas obsesiones.

REALIDAD Y FICCIÓN

Rastro madrileño, donde Manolita
vende Nicanores
La historia arranca en 1940, cuando la dirección del Partido Comunista de España (PCE), exiliada en Sudamérica, consigue introducir en España su órgano oficial, Mundo Obrero, y animado por el éxito, el Comité Central decide enviar tres  multicopistas para imprimir la propaganda clandestina; dos de ellas se trasladan a Madrid, pero nadie es capaz de hacerlas funcionar. Por otra parte, los esfuerzos del PCE por reorganizarse (tarea encargada al misterioso Heriberto Quiñones en la primavera de 1941) se van viendo frustrados por las numerosas detenciones provocadas por un miembro de la Brigada Político Social que estuvo afiliado  a la Juventud Socialista Unificada (JSU). Es en este contexto histórico donde Almudena Grandes introduce a sus criaturas de ficción convirtiendo al policía traidor en miembro del grupo de amigos de Antonio el Guapo, militante de la JSU escondido en un tablao flamenco  y hermano de Manolita, a quien pide que entre en contacto con Silverio el Manitas, preso en la cárcel de Porlier, para que le explique el sistema de funcionamiento de las multicopistas. Así lo cuenta Manolita:
En los buenos tiempos, las jovencitas se casan por amor. En los malos, muchas lo hacen por interés. Yo me casé con un preso en los peores, por dos multicopistas que nadie sabía poner en marcha. Tenía dieciocho años, y hasta que a mi hermano se le ocurrió complicarme la vida, ni siquiera sabía que existieran máquinas con ese nombre (pág. 29). 
Cárcel de Porlier
LAS BODAS DE PORLIER

El título hace referencia  a un hecho real: el rentable negocio ideado por el capellán de la cárcel de Porlier, donde la única forma de conseguir un vis a vis con un preso era organizar, con la connivencia del sacerdote y de algunos funcionarios,  una falsa boda  por la que había que pagar un precio que no estaba al alcance de la mayor parte de aquellas mujeres.
Doscientas pesetas, un kilo de pasteles y un cartón de tabaco por cada pareja, todo multiplicado por dos, porque si no había padrinos, no había boda. Era muy caro pero, desde hacía unos meses, por cuatrocientas pesetas, dos kilos de pasteles y dos cartones de tabaco, dos mujeres podían comprar una hora a solas para encontrarse con dos presos de Porlier. Aquel negocio, que estaba haciendo rico al capellán de la cárcel y a los funcionarios conchabados con él, era un puro invento, una fachada que no comprometía a nada. No hacía falta aportar papeles, no se celebraba ninguna ceremonia y no quedaba constancia alguna de aquellos simulacros de matrimonio (pág. 241).
Manolita paga (el dinero lo aporta el PCE) una primera "boda" para informar a Silverio del problema de las multicopistas. Este le pide un dibujo con los planos de las máquinas, que logrará introducir en una segunda entrevista. La tercera boda tendrá que esperar mucho  tiempo.

LA ESTRUCTURA

El núcleo de la ficción se organiza en tres partes (subdivididas en cuatro capítulos cada una, sin epígrafe ni numeración), enmarcadas por dos capítulos de no ficción: "Un principio", sobre los intentos de reorganización del PCE, y  "Un final", acerca de uno de los personajes reales, el comisario Conesa. Sigue una cuarta parte, un epílogo cuya acción transcurre en 1977, con el que -como ocurre en las otras novelas de la serie- la autora pretende "vincular las historias con el presente y enfrentar al lector con su pasado". Esta es, en mi opinión, la parte menos atractiva e interesante de la novela,  y así lo manifesté en la tertulia, además de mi convencimiento de  que, desde el punto de vista literario, el libro ganaría con su supresión, lo mismo que ocurre en El lector de Julio Verne.
Antonio de Hoyos y Vinent

LAS VOCES NARRATIVAS

En la narración se combinan distintas voces narrativas. Los capítulos de no ficción los cuenta un narrador en 3ª persona, quien relata  con la asepsia propia de un historiador  los datos que se conocen y deja constancia de lo que se ignora.
   En las partes de ficción, los capítulos impares son narrados en primera persona por Manolita Perales -paradójicamente apodada  la señorita Conmigo No Contéis-, protagonista y narradora de  su propia historia, la de una chica del montón huérfana de madre que, con su padre encarcelado y luego ejecutado, su hermano escondido y su madrastra en la cárcel, debe hacerse cargo de sus cuatro hermanos pequeños y encontrar tiempo y recursos para atender a familiares y amigos encarcelados, además de ayudar a resolver el problema de las multicopistas.
En mayo de 1941, yo tenía dieciocho años y ningún novio a mis espaldas. Antes de la guerra, había tonteado una temporada con Abel, el hermano pequeño de Julián, y nos habíamos dado algunos besos breves y apresurados, secos, inocentes. Una tarde, en plena guerra, había estado a punto de repetir con el Orejas y eso era todo. Desde que los franquistas entraron en Madrid, siempre había tenido demasiadas cosas que hacer, demasiado urgentes para que me pasara algo más (pág.256). 
En los capítulos pares, un narrador omnisciente narra en tercera persona las historias de otros seis personajes que se cruzan en la vida de Manolita y sobre cuya existencia ella tiene un conocimiento parcial y limitado. En la primera parte, los capítulos pares tratan, respectivamente, sobre el andaluz Francisco Román Carreño, alias la Palmera (palmero en el tablao flamenco donde se esconde Antonio, que expulsado de la casa familiar de Bormujos el mismo día del entierro de su madre por su condición de homosexual, malvive en Madrid hasta que se cruza en su camino Antonio de Hoyos, con quien lo unirá una amistad fraternal), y Antonio Perales García, protagonista de una hermosa historia de amor hasta que  la traición de un falso amigo le hace perder la libertad. En la segunda parte, el capítulo segundo se dedica a  Isabel Perales García, personaje real cuya historia de niña esclava en un colegio de Bilbao, obligada a lavar ropa con sosa que le destroza las manos, recoge la autora, convirtiéndola en hermana de Manolita; mientras que el cuarto se ocupa de Roberto el Orejas, personaje siniestro obsesionado  con hacer desaparecer a todos aquellos que conocen su pasado. En la tercera parte, se cuenta la vida de Eladia Torres (bailaora flamenca de extraña y fascinante belleza, con una infancia terrible a sus espaldas) y de Silverio el Manitas, que tras pasar por la cárcel de Porlier, redimirá pena trabajando en Cuelgamuros.
Colegio de los Ángeles Custodios, en Bilbao, donde lavaba
ropa Isabel Perales
La historia de cada  personaje se  ofrece, pues, de forma fragmentada en los capítulos dedicados a los otros personajes y se completa en el capítulo propio (el secreto que explica el comportamiento de Eladia solo puede ser desvelado por el narrador omnisciente que cuenta su vida), de modo que el lector debe ordenar los fragmentos para componer el puzle que le proporcione la historia completa. Pero además, las diversas narraciones nos ofrecen distintas perspectivas de un mismo suceso  o de un mismo personaje, creando así una realidad poliédrica, mucho más rica y compleja. Así,  de la primera boda de Manolita se nos dan dos versiones diferentes, la de la propia Manolita y la   de Silverio, y respecto a Manolita o a Eladia, por ejemplo, cada personaje ofrece su propia visión. Silverio no recuerda la primera vez que había visto a Manolita, sobre la que tenía una opinión bastante negativa:
Antes de acostumbrarse a mirarla a través de una alambrada, Manolita representaba para él una presencia familiar, tan insignificante a la vez como los muebles que veía todas las tardes en aquella habitación, una chica sin suerte, embutida entre la belleza consumada de su hermano mayor y la explosión que prometía el cuerpo de Isabel. [...] Nunca se lo dijo a nadie, pero se fue convenciendo poco a poco de que Manolita, ni perezosa, ni egoísta, ni indiferente, era en realidad una facha emboscada [...] (pág. 659).
Mientras que para el Orejas, "Manolita era una de sus clásicas, esas chicas del montón con las que se consolaba de que Eladia ni siquiera le viera cuando se cruzaba con él por la calle" (pág. 447). Antonio, por su parte,  reconoce con el tiempo el enorme valor de su hermana:
Antonio siguió a distancia los episodios de la guerra que su hermana libraba en solitario contra el mundo, la sucesión de pequeñas victorias que había colmado de medallas el pecho de una jovencita a la que él nunca había considerado digna de grandes méritos. A veces, hasta tenía la sensación de no haberla conocido antes, pero en abril de 1941 ya había aprendido que Manolita era fuerte, que era lista, que era animosa, generosa, tenaz. Y que era, sobre todo, muy valiente (pp.243-244).

EL ORDEN DE LA NARRACIÓN

De lo dicho anteriormente se deduce con facilidad que la novela no es un relato lineal, es decir, que los hechos no se narran en orden cronológico, lo que exige ser un lector activo para evitar perderse en la maraña temporal tejida por la autora. En los capítulos narrados en tercera persona, los saltos temporales son numerosos, tanto hacia adelante (anticipación o prolepsis) como hacia atrás (analepsis). Otro tanto ocurre con los capítulos narrados por Manolita: el primer capítulo de la primera parte comienza anticipando la falsa boda de la protagonista (que no se contará hasta la segunda parte), para pasar a esbozar a continuación el encuentro de la chica con su hermano Antonio en el que este le formulará la petición (que solo se  explicitará al final del tercer capítulo) y retroceder después en la narración de su vida anterior, que ocupará  los dos capítulos impares de la primera parte. De esta manera consigue la autora despertar y mantener el interés de los lectores.
En Lhardy invita Antonio de Hoyos a comer a la Palmera
cuando lo encuentra hambriento en la calle
Por otra parte, merced a esos saltos temporales, el periodo de tiempo abarcado por la narración se amplía para contar la vida de los personajes durante la República y la Guerra Civil, e incluso en los años veinte.

LA REAPARICIÓN DE PERSONAJES

En las tres primeras novelas de la serie, Almudena Grandes utiliza un recurso tomado de Galdós: la reaparición de personajes; incluso, como don Benito, introduce algún pequeño cambio en el personaje, lo que no nos impide reconocerlo. Veamos algunos ejemplos:
   En Las tres bodas de Manolita volvemos a encontrar a Alfonso Garrido (cliente habitual del tablao y admirador de Eladia, en cuya vida jugará un papel decisivo), personaje de Inés y la alegría, donde aparece caracterizado como un  hombre perverso que aprovecha la amistad con Ricardo para acosar a su hermana Inés. A Anastasio, Tasio, padrino de boda y compañero de cárcel de Silverio, lo habíamos conocido también en la primera novela de la serie, entre los guerrilleros huidos a Francia.
   Pepe el Olivares, amigo de Antonio y compañero en la batalla de Teruel y en la defensa de Madrid, reencontrado después en Fuensanta de Martos, es Pepe el Portugués de El lector de Julio Verne*, y el niño que lo acompaña es Nino, narrador y protagonista de la novela, a quien los lectores conocemos muy bien. Como también conocemos al inolvidable  Miguel Sanchís, el guardia civil que lleva detenido a Antonio. Por otra parte, a Antonio el Guapo, convertido en leyenda en la Sierra Sur de Jaén,  se hacía referencia también en la segunda novela de la serie.
  Los personajes traspasan las fronteras de las narraciones  dando así la impresión de pertenecer a  un mundo propio y autónomo.
Presos que redimían pena trabajando en la construcción
del Valle de los Caídos, en Cuelgamuros

UN LIBRO QUE EXPLICA UNA VIDA

El título de la tercera parte, "Un grano de trigo", hace referencia al grano de trigo que germina en la isla de Robinson Crusoe sin que el náufrago sepa cómo ha llegado hasta allí. El título es un  nuevo homenaje de la autora  a esta novela que, según ha declarado en repetidas ocasiones, le cambió la vida, hasta el punto de que, para ella, "escribir una novela es como inventar una isla".
   Como ya hiciera  en El lector de Julio Verne -en que la lectura de La isla del tesoro  ayuda a Nino a entender, a explicarse,  su relación con Pepe el Portugués-, en esta tercera entrega  establece un paralelismo entre la aventura de Robinson y  un momento de la vida de Manolita y Silverio, nuevos náufragos arrojados por la Historia a las tierras inhóspitas  del valle de Cuelgamuros, donde, mientras construyen su casa en un lugar apartado, ponen los cimientos de su nueva vida. Al preguntarle Manolita cómo nadie ha construido una casa en ese lugar que a Silverio le parece tan maravilloso, Silverio responde: "Porque no saben. No tienen imaginación y no han leído  Robinsón Crusoe" (pág. 625). A Manolita, que solo ha leído los Episodios Nacionales, le presta un ejemplar su amiga Rita, pero aquella historia del náufrago le resulta completamente ajena:
[...] no habría seguido leyendo si Silverio no me hubiera enseñando que las islas desiertas también podían existir, para lo bueno y para lo malo, en la cima de un monte. Y que la extravagante historia de aquel náufrago inglés iba a explicar la mía mucho mejor que el cuento de la lechera (pág. 638).
El paralelismo entre ambas historias se subraya en un juego de intertextualidad en que las palabras que narran el descubrimiento  del grano de trigo por Robinsón y todo lo relacionado con él  se van alternando con las explicaciones de Silverio sobre  la casa, de lo que ofrecemos un breve fragmento:
Un día, al salir de su cabaña, Robinsón Crusoe se fijó en un tallo verde, frágil, que apenas asomaba de la tierra, muy cerca de la puerta. El cuadrilátero exterior mide ocho por ocho metros, es demasiado grande, pero el interior, el que hicieron para anclar la torre, tiene veinticinco metros cuadrados y esa superficie es asequible... Aquel tallo le resultó familiar, pero no supo explicarse por qué y se limitó a estudiarlo día tras día hasta que distinguió las yemas de las que brotarían unas hojas muy finas, casi plumas. Matías dice que con vigas de madera tenemos de sobra para levantar un edificio de una sola planta, y como trabaja en el estudio de Muguruza, conoce al hombre de El Escorial  que se encarga de vender la tala comunal... (pp.641-642).
Isabel Perales, a los 87 años/E. Mejías (elcorreo.com)
CONCLUSIÓN

La novela   nos ha proporcionado la ocasión de  conocer algunos aspectos de la Guerra y la posguerra española desconocidos para la inmensa mayoría, como la existencia de una fábrica de obuses en un túnel del metro madrileño durante la Guerra Civil; el régimen de visitas en las cárceles; la vida cotidiana en los campos de trabajo; la situación de esclavitud de las hijas de presos internadas en colegios, donde en teoría las iban a educar, y el lavado de cerebro a que sometían a las más pequeñas; así como  la vida de personajes reales como Heriberto Quiñones (dirigente del PCE con una biografía plagada de incógnitas)  o el aristócrata Antonio de Hoyos, autor de novelas eróticas, que hastiado de una vida de excesos abraza el anarquismo y acoge en su palacio a numerosos refugiados.
    A lo largo de las más de setecientas páginas,  no decae el interés  de esta novela coral (a excepción del epílogo), porque la autora ha sabido tejer un entramado de  historias  narradas con habilidad y buen pulso narrativo, y    crear un mundo de ficción habitado por  personajes poliédricos que, con sus luces y sombras, muestran la complejidad de los seres humanos. Abundan los personajes maltratados por la vida que, en las condiciones más duras,  persiguen la felicidad y gozan con lo poco que la vida les ofrece;   las mujeres fuertes y valientes que -como Manolita, Eladia o la madre de Rita- luchan contra la adversidad y deciden tomar las riendas de su propia vida:
En 1944, mientras volvía a casa después de ver a mi hermano, comprendí que aquel era un viaje sin retorno. Lo que el Orejas no había conseguido en los tiempos heroicos de la victoria posible, lo habían logrado las mujeres de la cola de Porlier en el pozo sin fondo de una derrota absoluta. Con ellas había aprendido que renunciar a la felicidad era peor que morir, y que el anhelo, el deseo, la ilusión de un porvenir mejor, aunque fuera tan pequeño como el que cabe entre una pena de  muerte y una condena a treinta años de reclusión, era posible, era bueno y legítimo, era digno, honroso hasta en aquella sucursal del infierno donde había hecho cola todos los lunes del mejor verano de mi vida. Aspirar a ser feliz en una cárcel era una forma de resistir, y eso, aunque mi madrastra jamás lo entendería, no era una renuncia a la normalidad, a la comodidad, al destino apacible de la gente corriente, sino una elección libre y soberana. El fruto de la única libertad que me quedaba (pág. 610).

                                                                                                 Josefina López Granada

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